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lunes, 13 de abril de 2015

Mucho que aprender

Comienzo este nuevo trimestre con ganas renovadas y mucha motivación (fijaos cuánta, que incluso he vuelto a escribir, aunque sea brevemente). La razón de este chute de energía no es otra que haber pasado cuatro maravillosos días educando y aprendiendo junto a 59 personas más. A pesar de esto, me encuentro con que tener un grupo tan asertivo de gente a tu cargo parece ser la excepción.

El otro día, estuve hablando con una profesional de la enseñanza y me sorprendió al decir que tenía ganas de terminar el curso, que no disfrutaba dando su clase. Es muy duro escuchar eso, sobre todo viniendo de alguien que forma parte de un colectivo tan vocacional. ¿Qué está mal? ¿Los chavales? ¿El sistema educativo? La respuesta podría ser afirmativa en ambos casos, pero contestarlas no resuelve nada.

Es cierto que el sistema educativo tiene multitud de puntos débiles (que obviamente no me voy a poner a desglosar aquí) y también lo es el hecho de que parece que el alumnado se muestra cada vez menos entusiasta por adquirir conocimientos nuevos. Esto (ambos problemas) puede deberse a que se le da más importancia a la consecución de títulos y notas altas que al desarrollo personal e intelectual de cada estudiante.

A todo eso se tiene que enfrentar cada día el educador, y ya no hablo solamente del ámbito académico. Aquí es donde se ve un problema cuya solución está al alcance de nuestra mano. Se tiende a olvidar que los educadores (profesores, educadores sociales…) son personas igualmente y que también necesitan inyecciones de motivación y palmaditas en la espalda. Necesitan que de vez en cuando se les recuerde que lo están haciendo bien, que van por el buen camino o incluso les recuerden por qué decidieron estar ahí.

Esto sería un ejercicio de retroalimentación; un educador motivado es un educador que aporta, que innova y que empatiza con  sus educandos, los cuales, a su vez, animarían con su entusiasmo e interés al educador. Parece fácil, ¿verdad?

Y aquí llegamos a la parte motivacional del discurso. A todas esas personas que se dedican de una manera u otra a educar y formar a chavales (y, a veces, no tan chavales): no os dejéis vencer por el desánimo o la apatía, ni por las circunstancias en las que os toca trabajar. Sois gente dinámica, capaz, formada, de eso podemos estar seguros. Sabéis que siempre llega un momento en el que se toca la tecla correcta y todo empieza a funcionar.


Educandos, mostradles esa tecla. Tened iniciativa, sin miedo a decir qué os gusta, qué os molesta, qué cambiaríais. Construid vuestro ideal de educación, no estáis solos. Esto no es un monólogo, en el que un carca os cuenta lo que debéis saber, sino un diálogo en el que se habla de lo que podéis hacer. Tenéis el poder de hacer las cosas diferentes, de cambiar el mundo y, sobre todo, mucho que enseñarnos. Y tenéis grandes profesionales para guiaros.

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